El gran día ha llegado. Este día tengo que vestir como nunca antes, para ello la Señora Anita me ha confeccionado un traje enteramente hecho de seda. Sin embargo, aún le quedan algunos detalles, por lo que ella retocará el vestido mientras yo me quedo inmóvil. A la vez que arregla el vestido, comienza a comentarme sobre la boda de su hija. Me cuenta que la iglesia era majestuosa, que su vestido era largo y blanco, que había muchos invitados… Sigue hablando y yo creo escucharla, pero en el techo de la habitación se podía ver una mancha negra que cubría gran parte de esta. Esa mancha era bella, tenía algo extraño, se vería muy bien en mi alcoba, si le agregara un par de colores sería perfecta. Mi cabeza no paraba de moverse dándole la razón a Doña Anita. A esa altura ya pensaba en llevar mi obsesión por el mundo y exhibirla en cuanto museo exista, ¡todos deben conocerla!. Decido olvidarme por unos minutos de la gran mancha y concéntrame en la boda de la hija de Doña Anita, pero mientras lo hago, los ajustes a mi traje ya han terminado. Me dirijo a la puerta y miro por última vez al cielo, retengo en mí ser tan majestuoso hallazgo y doy un paso dentro del gran salón. El gran día ha llegado. El día en que mi padre será el centro de la fiesta, el día en que su muerte será plasmada en la memoria de todos.